MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

viernes, 5 de febrero de 2010

PRIMERAS LECTURAS Y PÉRDIDA DE LA INOCENCIA


Se tiende a identificar la pérdida de la inocencia con las primeras experiencias amorosas. Para mí se dio antes en la pérdida de la fe en la literalidad.
Yo era un niño un poco "pesadito", y leía todo lo que caía en mis manos, sobre todo tebeos y literatura juvenil. En 8º de EGB gané un premio de redacción en el colegio, que consistía en una pequeña cantidad en metálico y un ejemplar de La hoja roja de M. Delibes en la colección DB de Argos Vergara. Con el dinero ganado no se me ocurrió otra cosa que comprar más libros de la misma colección. Allí leí Cien años de soledad, que ciertamente me fascinó, y releí. Luego, empecé Señas de identidad de Juan Goytisolo (pobre niño). Se me hacía arduo de leer, y llegué a llevar un cuaderno donde apuntaba las palabras que no entendía y las buscaba en el diccionario -yo entonces soñaba con ser escritor-. Al final me cansé de ese "tono adulto", que me resultaba desabrido y me hablaba de un mundo, el de la madurez, que no se me presentaba nada atractivo y harto complejo. Hubo, sin embargo, un pasaje de la novela que me chocó y no pude olvidar. En él Goytisolo venía a decir, más o menos, que ya no le apetecía ir a recibir la imposición de manos del santón barbudo que había convertido la ex-paradisíaca isla antillana en campo de concentración flotante. En un primer momento, no entendí a lo que se refería, y cuando lo comprendí, me desconcertó aún más, pues, en aquel entonces, mi padre era simpatizante o militante del PTE, y hablaba elogiosamente de Castro. Muchos años después, vi en un documental de TVE a Goytisolo contando cómo en uno de sus viajes a Cuba vino a verle un amigo ("Mi amigo era un hombre asustado", decía Goytisolo con esa voz suya glandular), para contarle lo que estaba haciendo el régimen con los homosexuales en los "campos de reeducación".
Tuve una experiencia similar, aunque de signo político contrario, unos años antes, siendo más niño, leyendo uno de los libros que había en casa de mi abuela materna, Es Usted un mamífero, del injustamente olvidado Álvaro de la Iglesia. Una de las historias que contenía el volumen se llamaba Kuku-fá o algo así, y era una parodia de la serie Kung-fú que en los primeros setenta se proyectaba en TVE. El protagonista del cuento escribía pidiendo consejo a su maestro, porque tras haberse pateado todos los EE.UU., se había embarcado hacia un país desconocido, donde había quedado tan desconcertado que pedía ayuda sobre qué hacer. Primero (según recuerdo) lo había detenido un policía chaparro vestido de gris y con una pistolita al cinto por hippy y por tráfico de drogas. Al querer explicar el contexto de uso de sus plantas medicinales dijo: "Verán, en mi país tenemos un movimiento..." Los policías abrieron entonces los ojos como platos y le dijeron algo así como que ésa era la tierra de María Santísima, y que allí tenían espiritualidad a raudales... A mí me hacía mucha gracia, pero en aquel momento se me escapaba el trasfondo político, cuyo posterior entendimiento fue para mí marca del final de la inocencia. Recordaré, finalmente -acordándome de unas recientes rimas de JM Ridao-, la última aventura del protagonista de kuku-fá en América, donde salvó "a coces" a una rubia de ser violada. Ésta le dijo: "pídeme, lo que quieras chinarro valeroso". Como le habían roto la camisa en la pelea, éste le contestó: "cóseme los botones". "Debió entenderme mal, pero gracias a Buda pude pararle las manos a tiempo".
Tarde algún tiempo en entender esto también; fue el lapso de la inocencia...

7 comentarios:

Paco Gómez Escribano dijo...

Espero que no te hayas quedado traumatizado para siempre, José Miguel :.)
Lo digo, porque hay que echarle valor para, siendo niño, atreverse con Goytisolo, Gª. Márquez y Delibes, vaya tela. La verdad es que yo empecé con las parábolas del Nuevo Testamento sobre las que teníamos que hacer trabajos en Reli. Pero a mí lo que me gustaba eran Mortadelo y Filemón, Jabato y El Capitán Trueno. Luego seguí con las joyas literarias juveniles, que no eran otra cosa que clásicos hechos cómics. Creo que fue aquí donde me entró el gusanillo de la lectura. Y hasta ahora. No sé dónde dejé la inocencia o si no la perdí del todo, quién sabe.
Excelente entrada. Un abrazo.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Qué buena entrada sobre la revelación de la literatura y sus espacios afines. El final, genial. Un abrazo.

José Miguel Ridao dijo...

Ay, la inocencia perdida... No creas, tocayo, que quedan muchos inocentes circulando por el mundo. Si vieras los premios que reparto...

Un abrazo, y gracias por la mención.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Alguna secuela me ha quedado, Paco, no te creas. No estoy muy "normal". Lo que sigo guardando como un tesoro son mis tebeos de entonces, y algunos clásicos juveniles. Algún día escribiré sobre ellos, supongo.

Me dejas abrumado con tus palabras, Antonio. Un fuerte abrazo.

Viva la inocencia, tocayo. Un abrazo.

Olimpia dijo...

José Miguel, pareces muy normal para haber leído a tan temprana edad cosas tan serias. Lo del movimiento y la espiritualidad muy bueno, y cómo era Álvaro de la Iglesia, tronchante. Vaya entrada, colega, qué tiempos aquellos con la lucecita del Pardo de fondo, en fin, ¿fuiste feliz en tu infancia? Perdona, es una pregunta complicada a veces...

Todo lo anterior es mi ama quien lo dice, si no te importa, mándanos el blog de Quequi que no lo encontramos "googelizando" y quiero yo intercambiar opiniones y experiencias con ella, de perra a perra. El poema está ya listo y traducido pendiente de Ok de una británica, te lo manda el Ama tonight. Saludos soleados (cerezos a punto de florecer en la Quinta de los Molinos, una semana les queda o menos)

Máster en nubes dijo...

Juraría que dejé un comentario esta mañana, bueno, Olimpia lo dejó, no sé, quizás se borró. Bueno, JM, que pareces muy normal pese a esas lecturas de tu casi infancia. Kung Fu era estupendo pero Álvaro de la Iglesia mucho más. Pequeño saltamontes, por favor, danos el http de Quequi si puedes que Olimpia quiere escribirle algo y no lo encontramos al googelizar (perdón por el palabro). Feliz fin de semana.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Querida Aurora me acabas de dar un disgusto: gracias a ti he descubierto que mi perra, la Quequi, se había hecho un blog. Ahora no sé qué hacer, si llamar a la NASA, o esconder el portátil en un altillo para que no lo coja la 'espabilá' esta cuando no esté yo en casa. Estaba yo tan contento con mi blog, por dar a conocer mis poemas y conocer a gente como tú, y resulta que hasta mi perra se hace uno. Pero, bueno, viendo que a la tuya, Olimpia, le va también la marcha, ahí va la dirección de Quequi, http://elblogdequequi.blogspot.com/ Es verdad que todavía no se encuentra en google, imagino que con unas entradas más saldrá.
Eres muy amable, Aurora, feliz fin de semana. Y nos leemos aún. (Ah, recuerdo a veces con nostalgia mi infancia por su tiempo detenido, aunque también estaba habitada por complejos, mucha timidez, y cierto aburrimiento ocasional).