A veces la memoria más desgarrada exige escenarios y ámbitos que alivien su pena, y esta reconciliación de espacios y tiempos diversos sólo la puede ofrecer la poesía...
RUE SAINT-JACQUES
La fría noche de ese noviembre en París atería
las luces del alumbrado público. Un hombre se mete
en la acristalada cabina de France Télécom, y, de pronto,
suena el teléfono de la caja metálica. El hombre
duda un momento, y descuelga el auricular. Una ansiosa
voz masculina pronuncia un nombre que femenino parece.
El hombre le aclara el error, y la voz, azorada, le pide
disculpas, y, por favor, le pregunta si no tiene cerca
de la cabina una chica rubia, como de treinta.
El hombre amablemente le dice que no. La cansada
voz le explica que había quedado en llamar a la chica
al número de esa cabina, siguiendo sus indicaciones.
Mientras escucha, el hombre ve, sin mirar, su contorno:
A su izquierda, la esquina de Abbé de l’Épée con sus piedras
frías y ajenas. Sobre su misma acera, a poquitos
pasos, la recoleta iglesia tan bella en la Pascua;
a su derecha, cruzando la calle, vislumbra las luces
del restaurante de la esquina, jamás visitado,
la panadería artesana, y la floristería de sobrias
rosas y cincelados pétalos. “Es extranjera”
-dice la voz- “vive en rue Saint-Jacques, ¿de allí queda lejos ?”
El hombre responde: “no, señor, no se encuentra muy lejos”.
La voz vacila, como si algo fuera a pedirle.
Breve silencio. El hombre escucha lo que le parece
gemido y adiós macilento. “Adiós, señor”, le responde,
y mira perplejo el teléfono, como si calculara
cuánto le tomará olvidar el suceso, y un número
marca con la seriedad decidida del parisino.
3 comentarios:
Buen poema narrativo, José Miguel. Me ha gustado.
Buen poema narrativo, José Miguel. Me ha gustado.
Muchas gracias, José Manuel.
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