Sobre el fondo de una ciudad destrozada, y restos de vehículos calcinados, contra un cielo de variable azul rayado por la estela humeante de un avión pronto a estrellarse, destaca la figura de un piloto rubio, y gris Luftwaffe, tipo Eric Hartmann, a quien ha fallado el paracaídas y va de cabeza a enferrarse, que no empalarse, en unas vigas herrumbrosas que sobresalen del suelo. La figura, aun obra de Alexander Deineka, eximio representante del Realismo soviético, recuerda en su fría contorsión alguna de las loplolianas figuras de Max Ernst; el arte, en efecto, permite esa congelación del tiempo, para conceder al espectador la ilusión de que la vida puede permitir esa solución de continuidad para deleitarse en algún tipo de pasión, como la contemplación de un bello paisaje, una hermosa persona, o el instante previo al fin espantoso de un enemigo.
Imagen: Alexander Deineka, "El as derribado", 01945
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