Se han cumplido 24 años del inicio del programa Cuando los elefantes sueñan con la música en Radio 3, dirigido y presentado por Carlos Galilea. Yo me enganché a la emisión a finales de los 80, siempre con temor a que desapareciera como otros de la talla de Caravana de Hormigas o Buscando el Norte, caídos en ese inexorable camino de asimilación a radio fórmula que parecía buscar la dirección politizada del ente público. Caravana de hormigas, por ejemplo, era un magnífico programa que, desde una perspectiva de izquierdas, osaba a veces mostrarse crítico con el socialismo gobernante a través de lo que llamaban Francia y su compañero "secciones suicidas".
De Los elefantes me enamoró esa maravillosa música brasileña tan distinta al pop manufacturado y romo anglosajón que se escuchaba por doquier, la emoción contenida y profunda con la que Galilea hablaba -habla- de artistas como Elis Regina, Maria Bethânia, Joao Gilberto, Caetano Veloso, Cartola, Chico Buarque, etc., y cómo sabía contagiar esa pasión. Me convertí en un auténtico fan, y me puse a comprar discos brasileños en aquella época de forma desenfrenada (discos que conservó aún con cariño) a una casa de importación de Barcelona, llamada Tangará. Llegué incluso a ganar dos concursos que organizó Galilea en su programa, obteniendo como premio sendos discos de Maria Bethânia y Selma Reis.
Mi pasión por el programa se enfrió luego un poco a mediados de los 90, coincidiendo con las horarios imposibles que le daban entonces, y cierto desengaño amoroso que tuve con una chica aficionada también a esta música.
Últimamente, sin embargo, he vuelto a escuchar el programa, (donde ahora no es raro escuchar también música en francés, inglés e italiano) pues en su horario actual de las 3 de la tarde, me pilla de camino a casa a pie desde mi instituto, y disfruto de nuevo de la voz y la sensibilidad teñida de color y sentimiento de ese amigo, que tantos momentos de emoción y belleza me ha proporcionado. Gracias, Carlos.
Reproduzco el dibujo que incluía C. Galilea en una carta de agradecimiento que me dirigió en diciembre de 1990 por mi temor a que desapareciera su emisión. Espero, de corazón, que sus elefantes no despierten nunca de su ensoñación musical.
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