
En el tren de ida y vuelta a Salamanca me he leído esta colección de 9 cuentos del periodista y escritor Manuel Chaves (1897-1944) ambientados en la guerra civil española, y escritos en su exilio francés en 1937. Ya había leído su Agonía de Francia, que he comentado en este blog, y tras hojear estos relatos en casa de una buena amiga, decidí comprarlo, y no me arrepiento de ello, pues su lectura no deja indiferente. En el prólogo a su obra acepta ser definido como "un pequeñoburgués liberal", ciudadano orgulloso de una república democrática y parlamentaria, trabajador intelectual, antifacista y antirrevolucionario por temperamento, caracterizado por una única y humilde verdad: el odio insuperable a la estupidez y a la crueldad, que, sin embargo, se habían enseñoreado de España, servidas por "los laboratorios de Moscú, Roma y Berlín, con las etiquetas de comunismo, fascismo o nacionalsocialismo" (op.cit. pp. 25-26). Permaneció en Madrid como director del diario Ahora hasta que consideró que todo estaba perdido y no quedaba nada que salvar, atenazado por el terror y la sangre, saliendo de la capital al tiempo que el gobierno republicano partió a Valencia ("¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como las que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas" [op.cit. p.28]); decide, pues, marcharse de España, porque no le interesa ya conocer de cuál de los dos bandos saldría el "futuro dictador de España" (op.cit.p.29).
Andrés Trapiello ha querido reivindicar a Manuel Chaves Nogales como estandarte de esa malhadada tercera España, democrática y equidistante, víctima de esas otras dos extremas y sectarias, empeñadas en ensayar en España las revoluciones que habían triunfado en Moscú, Roma y Berlín, y a la que sólo quedaba la salida del exilio ("[...] yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos [...] Se paga caro, desde luego. El precio, hoy por hoy, es la Patria" [op.cit.p.28]"). La obra es, pues, una lección de cordura, necesaria tanto más en los tiempos llenos de estupidez -políticamente correcta y de género- en los que vivimos, en los que se puede observar, por un lado, al mediocre sectario de nuestro Presidente promoviendo su particular Memoria Histórica, basada en una visión maniquea e interesada de la Guerra Civil y la II República ("una democracia poco democrática", a decir de Javier Tussell), que busca estigmatizar a la derecha en la oposición (sólo el 25% del presupuesto de subvenciones se dedica al descubrimiento de fosas comunes); y se puede, por otro lado, escuchar a alguno como Pío Moa celebrar el Día de la Victoria, puesto que ganaron "los buenos", cayendo en el maniqueísmo que ha criticado tanto en los otros.
Con distancia, pues, y objetividad pretende acercarse Chaves Nogales a los acontecimientos que acaba de vivir, aunque no crea conseguirlo del todo. Los hechos que narra y sus personajes son reales, según él mismo advierte en una nota preliminar, lo que los hace aún más estremecedores, como ilustración de esa estupidez y crueldad que el autor tanto detesta en sus contemporáneos, desgarrados en dos bandos. Hay en la escritura del autor sevillano una tensión magnífica entre su carácter de periodista de raza, y escritor de talento. Tensión resuelta con gran belleza, en numerosas ocasiones. Sus descripciones pueden ser harto evocadoras (véase, por ejemplo, el comienzo de "Y a lo lejos, una lucecita", alucinante y enloquecedora estela de sangre) y precisas en su concisión, y sus apartes no hacen desfallecer la unidad dramática de los relatos, sino que la refuerzan. No deja el escritor de verter una íntima simpatía por los personajes más populares, y ajenos al sectarismo ideológico homicida (Bigornia -el herrero anarquista-, los guerreros marroquíes, Daniel -el obrero metalúrgico-). En este último, despedido de la fábrica por sus sectarios compañeros del comité obrero al no haberse caracterizado por su ardor revolucionario, y obligado por pura hambre a alistarse como miliciano, puede leerse la íntima tragedia de Chaves Nogales: "Daniel, convertido en miliciano de la revolución, luchó como los buenos.
Y murió batiéndose heroicamente por una causa que no era la suya. Su causa, la de la libertad, no había en España quien la defendiese" (op.cit.p.272).
cf. Manuel Chaves Nogales, A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, Prólogo de Ana R. Cañil, Espasa, Madrid, 2011.