MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 27 de enero de 2019

SUFRIMIENTOS Y OBRAS




Esta semana ha estado marcada por la agitación y una ira larvada que ha explotado en un par de ocasiones; otras veces la he encauzado como ironía hiriente. Entrometidos familiares han querido importunarme con sus proyectos de negocio, y algunos alumnos egoístas y cínicos me han sacado de mis casillas. Lo que pasa es que el enfado me deja un poso que se prolonga varios días, y todo eso en un paisaje urbano de obras extendidas, para crear una red de carriles bici en una ciudad estrangulada por la falta de espacio, para que sea usada, en los tramos ya construidos, por cuatro gatos. Así debo ahora, por ejemplo, coger el autobús en dirección contraria para llegar al trabajo, y un trayecto de unos 7 minutos se convierte en 20 minutos con un poco de suerte. Pero no hay mal que por bien no venga, como decía Franco tras la muerte de Carrero Blanco, y aprovecho el largo recorrido para leer Los demonios de F. Dostoievski en traducción al francés de Victor Derély, reputado traductor del ruso, de 1886 que me he descargado en el móvil. Lo he hecho así porque es sabido que hasta hace poco las traducciones de los clásicos rusos al español se hacían normalmente a través del francés, y no de la lengua original. Otro motivo añadido ha sido saber que Dostoievski revisaba las traducciones contemporáneas que se hacían de sus obras, aunque no estoy seguro de que sea éste el caso. La obra es veramente luenga, pero las obras se anuncian igual, por lo que lo comido por lo servido. Mi interés por esta obra nació después de leer hace poco Moravagine de Blaise Cendrars, en la que el antihéroe epónimo y el deuteragonista narrador pasan un tiempo en Rusia como miembros de una célula terrorista y revolucionaria, que permite a Cendrars darse a una bella escritura expresionista y futurista en su dinamismo narrativo. Quiero ver, pues, cómo la obra del ruso ha podido influir en la del francosuizo vagamundo y enamorado de Rusia.
Por otra parte, mi mujer planea una serie de pequeñas obras en casa hasta verano, y apela a mi sensatez para que vivamos tranquilos, pues no tenemos grandes problemas ahora. Es verdad que la ansiedad prospectiva me ha dado más de un disgusto, pero la pasión de tranquilidad, tan propia de los españoles según Antonio García-Trevijano, me inspira la mayor desconfianza. Y prefiero, como el vigía de Esquilo, seguir oteando el horizonte, (y el cielo, dicho sea de paso).


Imagen: René Maltête

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