MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 25 de marzo de 2018

DE MARTIO HORRIBILI





Este mes de marzo está resultando horrible en diversos aspectos. Emma, Félix, Gisele, Hugo son los tontamente eufemísticos y paritarios nombres de las borrascas que se han sucedido sin solución de continuidad para asolar las costas, y el ánimo y los nervios de más de uno. Montesquieu señalaba que el clima determinaba la forma de gobierno más conveniente para un pueblo u otro; de esta teoría política periclitada me quedo con la idea de que el tiempo condiciona tremendamente nuestra cotidianidad. Así, la tempestas latina, en su sentido originario de lapso de tiempo ha pasado a ceñirse exclusivamente a su segunda y tercera acepciones de "tempestad" y "desdicha". Casi un mes entero de viento martilleante y de lluvia racheada me han hundido, primero, en un humor de perros, luego, en un desconcierto mental, y, finalmente, en una gripe que me ha tenido una semana en casa sin salir, después de un catarro mal curado por haber seguido yendo al trabajo para hacer frente al expediente de los exámenes finales de trimestre y las extenuantes sentadas de las evaluaciones.
La inmovilidad en casa para una persona acostumbrada a una rutina de trabajo resulta lacerante, y crea zonas muertas de tiempo indeciso que provocan ramalazos depresivos. A eso no ayuda tampoco el sentimiento de culpa sobrevenido por estar en tal situación y no poder ir al trabajo ni salir a la calle a resolver las contingencias cotidianas; tampoco el estar pendiente del toldo de la terraza que ha estado a punto de salir volando, y que tuve que desmontar enfermo bajo la lluvia y Eolo enconado.
Cuatro fines de semana ya bajo el viento y la lluvia parecen, en fin, para la comprobada pequeña escala de mi paciencia, una plaga bíblica a la que no se ve fin, sin que se vea claramente que la Semana Santa traiga una tregua.


Imagen: Gustavo Doré

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