MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 15 de noviembre de 2015

LA ELECCIÓN SIMBÓLICA EN "RHINOCÉROS" DE EUGÈNE IONESCO




Se señala frecuentemente que la "rinoceritis" metamórfica de los humanos en la obra de teatro homónima de Ionesco (1969) simboliza la extensión del totalitarismo y el nazi-fascismo en Europa. Se insinúa, pues, que tal animal simboliza la fuerza bruta y la violencia irracional. No obstante, creo que cabe preguntarse sobre la naturaleza simbólica de tal elección por parte del autor a la luz de datos de la tradición literaria. Para ello, presentaré tal tradición sobre el rinoceronte, y su encaje en la obra teatral.
En la literatura romana la nariz era metáfora de una crítica hiperexigente, e incluso maligna e irrisoria, que tiene su expresión más magistral en la "nariz de rinoceronte" que Marcial (1, 3, 5-6) atribuye a viejos, jóvenes y niños (...iuuenesque senesque / et pueri nasum rhinocerontis habent). (tópico recogido por Folengo en su prohoemiuncum a la Zanitonella toscolanense).
Ciertamente, este criticismo se manifiesta en varios de los humanos de la obra antes de convertirse en paquidermos. Así, tenemos a Jean, el amigo de Bérenger, y el Lógico, cuyos diálogos en parte silogísticos se superponen de manera absurda en el primer acto. Este interés de parte de Ionesco por los aspectos absurdos del lenguaje y las interferencias comunicativas había quedado ya ilustrado en La cantatrice chauve. En Rhinocéros los actores se enfrascan en diálogos que bordean el sinsentido y el ridículo, y anuncian clarividentemente la presión sobre la libertad de pensamiento del lenguaje políticamente correcto, todo ello entreverado de elementos cómicos de carácter vodevilesco. Frente a ellos, Bérenger es un pobre hombre que tiene siempre pendiente su "formación cultural", que no se considera a la altura de la elocuencia desbordada y enervada de sus colegas y amigos. Es, sin duda, un inadaptado cuya persistencia en la humanidad se debe, como se ve en la escena final, a su incapacidad de imitar los barridos de los rinocerontes, cuyas sombras, cada vez más estilizadas y agraciadas según se indican en las didascalias, se proyectan en la pared y que, más bien por impotencia, se reafirma en su esencia humana.
En conclusión, cabría decir que la elección simbólica del rinoceronte por Ionesco podría quedar enriquecida con su metáfora clásica, que viene a reforzar uno de los temas mayores del autor: la deficiencia de la comunicación verbal que acentúa el absurdo de la existencia.


Ilustración: Victo Ngai



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