MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

sábado, 17 de octubre de 2015

"SANTINO NEL MARE DI OSTIA" DE PIER PAOLO PASOLINI




Éste es uno de los relatos recogidos en los Racconti romani de Pasolini. Su protagonista es uno de esos ragazzi di vita que pueblan sus relatos, y películas como Accattone, de desesperado lirismo fatalista. Solo en un ruinoso espigón, Santino contempla el mar, soñando con una barca con la poder hacerse a alta mar. De pronto aparece un mocoso en una pequeña, al que convence de dejarlo subir y remar. Es así como tomando cierta distancia, Pasolini nos hace admirar la belleza de la playa y sus variopintos colores, amasados en el sol en una inmovilidad irreal, y es en esa lejanía creciente, en la que el autor siente desbordarse la felicidad dominical.

Il bruno della rena, le cento tinte delle vernici dei cappani, le stricie laccate degli ombrelloni, le macchie bianche degli scafi, gli intonaci delle ville, tutto era ammassato nel sole in una immobilità irreale [...] Ma in quella immobilità dovuta alla lontananza si sentiva straripare la felicità domenicale.

Pasolini, genio diverso, nos trasmite la mágica belleza de ese cuadro multicolor prendido del sol como un espejismo. El precio de esta contemplación casi mística, es el riesgo, o la pasión pujante por éste, que lleva a Santino a alejarse nadando de la barca hacia el horizonte, donde se siente feliz por un momento en un cerco de soledad, que sólo es suyo.

[...] Per qualche istante ci si sentiva come in una vasca, fuori dal mondo, in un cerchio di solitudine, in un piccolo deserto pieno di dune verdi e malinconiche.

Santino, un poco cansado ya, se da cuenta de que está realmente lejos de la barca, y de que el mar comienza a agitarse a modo de muda amenaza.

[...]le onde intorno [...] parevano piene di un'informe minaccia. Una minaccia che covava nel fondo, come se lo spirito che dal di dentro agitava le acque avesse d'improvisso mutato umore.

Así termina este breve relato publicado por primera vez en 01951. Este impulso azaroso hacia la contemplación de una belleza aparentemente extática, pero a la postre peligrosa aparece en otro de los relatos del volumen, Terracina, en el que sí es explícita la muerte del joven protagonista, quien se interna de noche en el mar en una barca de pesca, llevado por un impulso que él mismo no comprende. Es también el mismo impulso osado que guía al artista Pasolini, que no tiene miedo a sobrepasar ningún límite por sórdido que resulte, para el que riesgo deviene una puerta al éxtasis, de por sí contemplativo.
Estos jóvenes desarrapados de los barrios populares de Roma, que Pasolini contempla con la ternura que nace del deseo y la complicidad, pertenecen, igual que su recreador, a un mundo muy extraño ya al nuestro. Ese vivir al filo, ese espíritu de provocación que en Pasolini no era una pose, sino el aire que respiraba, quedarían hoy en día anegados en la pleamar de mediocridad intelectual, cultural y política que sufre no sólo Italia, sino la Europa partitocrática en general. Pasolini, abocado a un final violento, como el protagonista de su primera película, difícilmente habría sobrevivido, quizás, a esos feraces años 70 en tanto que creador insobornable y anticonformista.




Ilustración: fotograma de Accattone (01961)

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