MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

sábado, 22 de diciembre de 2012

CIUDAD DE PIEDRAS Y SANTOS (II)

Ávila es una ciudad marcada por la huella de dos santos como Teresa de Ávila, y Juan de la Cruz.


El monasterio de La Encarnación fue residencia de la santa durante 27 años, y allí inició su reforma de la orden carmelita, y tuvo a san Juan de la Cruz como capellán.



El monasterio-museo en la actualidad, se abre a un patio que trae al recuerdo las siete moradas del Castillo interior de la santa.


La comunidad está formada por un pequeño grupo de monjas, en su mayoría abulense, que viven separadas de las dependencias del museo. En éste pueden contemplarse imágenes como la del Cristo de la columna, objeto de una de las visiones de la santa y realizada por deseo suyo, y representaciones suyas casi contemporáneas.




El museo reproduce también una de las celdas anteriores a la reforma teresiana; éstas, dotadas incluso de cocina, albergaba a las novicias, que llegaban al convento acompañadas incluso de sus criadas. Esto fue cambiado por la reformadora; de manera contigua, puede contemplarse, de manera aparentemente paradójica, una panoplia de instrumentos musicales, muy amados de la santa.




El "sólo Dios basta" de Teresa de Ávila parece sobrevolar la visita de estos restos de un pasado de piedra y madera impregnada de lo inexpresable. Choca mucho, pues, ver la sillita que usaba Juan de Yepes para confesar,  lo que da idea de la menudez y la fragilidad física de ese poeta extraordinario; no resulta menos sorprendente contemplar el sagrario decorado por el propio santo, esa figura ingenua del crucificado, pero al mismo tiempo magníficamente perfilada, como su poesía, que luce naturalmente frente al leño que usaba santa Teresa como almohada.





Con el corazón un tanto encogido por esos monumentos o testimonios en su sentido más etimológico de una fe y unas vidas que se rodearon de una materia sobria y desnuda, salí al exterior del monasterio, y ante la vista otoñal y rojiza de la Ávila belmurallada, bastión de lo inefable.



1 comentario:

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Igual me ocurrió mí. Salí de Ávila tremendamente impresionado. Conmovido.

Felices Pascuas don José Miguel.