MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 16 de octubre de 2011

LA MUJER ADÚLTERA

El pasaje de la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11) es uno de los más polémicos de los Evangelios. De hecho, parte de los manuscritos lo omite, lo cambia de lugar, lo escribe en minúsculas sin espíritus ni acentos, o niega directamente su autenticidad, tal como se refiere en el aparato crítico correspondiente del "Nuevo Testamento Trilingüe" de Bover-O'Callaghan. En diversos Concilios fue, asimismo, discutida su inclusión en el texto canónico.
Es el único lugar del Evangelio en que se refiera que Jesús escribiera algo, como afirmaba Oscar Wilde en su De Profundis. Escribe en el suelo, mientras los fariseos le refieren el contenido de la Ley de Moisés que ordena lapidar a las adúlteras. Eso que escribió Cristo sobre el suelo arenoso obsesionó al escritor condenado también por motivos sexuales. Era algo, quizás en todo caso, destinado a desaparecer, borrado por el viento o por las pisadas, como todo lo escrito se perderá algún día. Un contrasímbolo. Era evidente que no se podía disuadir a una turba armada de piedras oponiendo una doxa a otra, o utilizando argumentos basados en la moral, la desproporción del castigo al presunto delito, el respeto a la vida humana o cualesquiera otros razonamientos que pudiera hacer un moderno... Cristo no iba a leer lo que estuviera garabateando sobre el suelo, eso era una parodia del valor de las leyes humanas, sujetas y sostenidas por lo perecedero; iba a apelar a la íntima conciencia de imperfección de cada uno, para demostrarles lo soberbio e inhumano de su acción; no iba, pues, a contraargumentar la ley de Moisés, sino a manifestar la superioridad de la misericordia y el amor (aunque de modo inverso, interpelando a la pesada conciencia del pecado de esa sociedad) sobre el puro acto mecánico de castigo, válida para todo tiempo y lugar. Es por eso que actuaciones legales consuetudinarias como la pena de muerte son inadmisibles, pues dejan en un callejón sin salida a víctimas y verdugos.

Fuente de la imagen: Internet

2 comentarios:

El alegre "opinador" dijo...

La pregunta de qué escribía en el suelo mientras le exigían que tomase una decisión inapelable sobre la vida de la mujer es más que interesante. ¿Qué escribiría para que los acusadores fuesen desapareciendo uno tras otro...? Un sacerdote muy querido para mí decía que él estaba convencido de que lo que escribía en el suelo eran las faltas y pecados de los que se tenían por rectos. Tan rectos que pretendían decidir sobre la vida de otra persona. Para mí la clave es la otra frase al respecto de la pena de muerte "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Y aquí seguimos dos mil años después creyendo que es "justicia" el asesinar a otro en nombre de la ley, cuando eso solo se llama "venganza". Un saludo.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Es un pasaje crucial de la Escritura donde se cruzan la ley humana y la divina, revelando sus contradicciones, por eso ha sido tan difícil de aceptar, y de encajar. Pero para mí, es un momento auténticamente crístico, valga el palabro.
Un abrazo, amigo Opinador.