MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

viernes, 3 de diciembre de 2010

LA POLÍTICA, EL MERCADO Y EL FIN DE FUTBOLISTAS Y PARADOS (I)


¿Quién dice que Zapatero no conoce y frecuenta el mercado? En la pasada fiesta de Tosantos celebrada en el Mercado de Abastos de Cádiz podía verse, como es tradición, los puestos ornados con las fantasías elaborados por sus dueños con los propios productos que venden. Ahí estaban las acostumbradas cabezas de cerdo para representar a cualquier personaje, debidamente vestidas, cual pesadilla de un museo de cera. Este año pude ver en un puesto de charcutería a nuestro presidente tras el mostrador y enfundado en un traje. Su cabeza y cara estaban hechas con queso y chacinas, y estaba rodeado de leyendas alusivas a la crisis y el paro, poco lisonjeras para él. Esta tosca representación me hizo pensar en lo que ocurrirá con un político cuando en la mentalidad popular pasa a ser visto como un azote.
Zapatero es el ejemplo de la dosis de populismo que una sociedad moderna, pero deficitaria desde el punto de vista democrático como la española, puede soportar. Su relativismo moral, la capacidad de adaptación de su discurso a cualquier circunstancia, su veleidad, su bajo perfil intelectual, y la importancia de la propia imagen (marcada en los primeros tiempos por el "talante", la sonrisa y el "diálogo") hacen de Zapatero el perfecto político postmoderno. Todo el mundo lo da ahora por liquidado (es impresionante lo que dice al respecto Joaquín Leguina en su blog, al que llegué a través de un enlace del de Javier Sánchez), pero yo no lo veo tan claro. Alguien que carece de otro horizonte vital que el poder hará lo que esté en su mano por seguir en él, y puede incluso llegar a pensar que el tiempo corre a su favor. Sus proyectos parecen haber fracasado, pero dejarán una huella nociva y perdurable. Su proyecto era ideológico, basado en premisas intelectualmente simples, y el objetivo último era eliminar la posibilidad de la alternancia política, mediante la estigmatización de la derecha política y una insidiosa labor de ingeniería social.
 Desde el punto de vista político, el pacto del Tinell (2003) y el sucesivo pacto de Perpignan entre independentistas catalanes y ETA, para excluir a Cataluña de las actividades de la banda terrorista, son hitos previos, que señalarían el sesgo de su labor de gobierno posterior a la accidental victoria electoral de 2004. Con el modelo del tripartito catalán, Zapatero quería demostrar la capacidad del "nuevo socialismo" no sólo para ser más nacionalista que los propios nacionalistas (véase la radicalización de la política de exclusión lingüística de la Generalitat, y la promoción del nuevo Estatut), sino para derrotarlos electoralmente en su propio terreno; con esto lograba también Zapatero imposibilitar el discurso de una derecha nacional, aun dinamitando el régimen constitucional del 78 (aunque todo no es culpa de ZP, pues la misma Constitución consagra una desastrosa e insolidaria organización del llamado Estado de las Autonomías; ZP no ha hecho más que agravar las desigualdades). Parcialmente ha vencido, pues el PP del Sr. Rajoy asumió en parte el nuevo mapa estatutario, y en sus autonomías las políticas de inmersión lingüística obligatoria no difieren mucho de las catalanas y vascas (estas políticas, que pretenden ahondar en el llamado eufemísticamente "hecho diferencial", responden a la tradicional identificación nacional a través de la lengua, típicamente nazifascista). Una segunda pata de su proyecto era -es- la negociación política (y hay que subrayar lo de "política") con ETA, con la que pretendía extender el pacto de Perpignan de su socio independentista a toda España, quizás con vistas a crear un tripartito abertzale, que le permitiera, de paso, presentarse a ZP como un "príncipe de la paz". Pero una banda de fanáticos asesinos que lleva tantos años matando inocentes no se iba a tragar la mercancía averiada de un para ellos monigote sonriente, aunque inmoral y sin escrúpulos. Era el todo o nada. Y ahí le falló el cálculo a ZP, que tendrá suerte si consigue de la banda un anuncio de tregua permanente, que dudosamente podría salvarle de su sino a estas alturas. "Es la economía, estúpido", a la que no se dedicaron ni las famosas dos tardes -el trabajo ya lo había hecho Aznar, el amigo de Bush-, y es ésta la que ha terminado arramblando con todo, y demostrando la verdadera altura de nuestro actual presidente.

Imagen: Exposición de Rodin en Cádiz

2 comentarios:

Natalia Pastor dijo...

Constatar lo que está ocurriendo en estos días con el Gobierno es hacer oposiciones directas a caer en la enfermedad política de moda: la “depresión reactiva”.
Zapatero y sus conmilitones están sometiendo a los españoles a la tortura de un esquizofrénico final de ciclo,bunkerizándose a la espera de un pacto para que los terroristas, dinero incluido, se avengan a dejar las pistolas y se sienten en los ayuntamientos, y para que el Gobierno, y sobre todo Zapatero, pueda exhibir una pequeña baza electoral para seguir engañando a este pobre país hundido y a punto de ser intervenido por Bruselas.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Los etarras siguen estando en los ayuntamientos, amiga Natalia, pero es cierto que ZP hará lo que esté en su mano para seguir en el poder "como sea". La crisis institucional en que nos movemos debería dar lugar a una profunda reformar del Estado autonómico y de la ley electoral, pero cui prodest? No veo a nadie, desgraciadamente.
Cordiales saludos.