Decía un profesor que tuve en la Universidad que los cds de música eran tiempo almacenado. Pienso que los libros por leer lo son también, aunque de otra manera. Tengo una pila entera en casa. Me prometí a mí mismo no comprar tantos, para ir dándoles salida, y que no se me fueran atrasando. Así, he renunciado, en lo posible, a los libros sobre temas de actualidad, buscando lo "eterno literario", que pueda esperar varios años a ser leído. Estoy leyendo ahora el Voyage au bout de la nuit de Céline, que se me está atragantando, pero del que quiero dar cumplida cuenta. En el intervalo de su lectura no me he podido resistir y he comprado tres libros: Andrei Tarkovski de Carlos Tejeda, La agonía de Francia de Manuel Chaves Nogales, y La escuela contra el mundo de Gregorio Luri. Los tres tienen formatos atractivos y prometedores, y quizás respondan, inconscientemente, a algunas de mis obsesiones: el arte inabarcable y escurridizo, encarnado en el cine de Tarkovski y su idea del tiempo esculpido, Francia y la crisis de nuestra cultura Occidental frente a las diversas barbaries y totalitarismos, y la enseñanza.
Otro profesor me contaba de un amigo que tenía la costumbre, cuando compraba un libro, de abrirlo y oler sus páginas. Más allá del fetichismo, esta anécdota puede ilustrarnos sobre la insustituible entidad del libro como materia, como cosa entre las cosas, y, por tanto, objeto de creación artística -tal como le escuché a Javier Sánchez en su reciente presentación del poemario de Juan Carlos Aragón-, válido en sí mismo.
Sí, es tiempo almacenado también, pero tiempo elástico, que se adapta al de nuestra existencia. Recuerdo uno de los primeros libros que leí, La defensa de V. Nabokov, que me atrapó de tal manera que no pude hacer otra cosa hasta acabarlo. Cosa ya imposible ¡ay! para un adulto como yo, jalado por mil y una inquietudes.
Esta mañana José Manuel Benítez me mostraba un ejemplar de la bonita edición que han hecho de su novísima novela, Vida nueva, publicada por Paréntesis. Es curiosa también la relación entre autor y obra, que en cierto modo debe sentirse como independiente de uno y ya con vida propia cuando cuaja en libro. Habrá que buscar tiempo para leerla.
Tempus fugit, sed ars aeternitatis nuntia est.
13 comentarios:
...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
JOSE
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.
José
Ramón...
Se te ve feliz, entre tantos libros. Yo también busco últimamente "el eterno literario". Es lo más seguro. Me ha gustado mucho esta entrada. Un abrazo.
Muchas gracias, José Ramón, y sé bienvenido.
Muchas gracias, tocayo, eres muy amable. Más feliz estaría si fuera más señor de mi tiempo.
Un abrazo.
Aunque leamos mucho, cada día hay más libros por leer. Parece una batalla perdida...
Debe ser cierto lo de la independencia de la obra cuando se publica.
Si no se hace,a uno le persiguen sus poemas y no los da nunca por terminados.
Quizás por eso abrí yo el blog y agradezco mucho opiniones en él y si son buenas aún más...aunque las correciones también serían muy, muy, bienvenidas.
En cuanto a los libros, se nota que disfrutas entre ellos.
Para mi,ahora mismo,son un problema en varios sentidos,y uno de ellos es el espacial:no acabo de terminar una mudanza porque no sé donde colocarlos...pero ese es otro tema.
Un saludo amistoso.
Quizás, amigo Luis, debamos tomar conciencia de que somos también tiempo en potencia.
Un abrazo.
Muchas gracias, ramston, y bienvenido. Las mudanzas que implican libros son como pequeños aquelarres de bibliotecas de Alejandría. Los transportistas los odian, y uno siempre acaban desembarazándose de algunos.
Un abrazo.
Estoy con Luis, es una batalla perdida. Cada vez tengo más libros en las estanterías por leer. Y otros tantos como objetivos potenciales. Es que no da uno abasto. Un abrazo.
También yo tengo libros por leer; lo malo es no tenerlos...
Un abrazo, José Miguel
Muchas gracias, Paco y Julio, quizás lo de los libros nos fastidie, porque nos hace tomar más conciencia de nuestro carácter de seres temporales.
Un abrazo.
Antes de casarme, en una tienda de muebles, tuve claro sacrificar dos cajones de mi mesilla de noche para dejar un espacio digno para esos libros que esperan.
Para mí es una especie de santuario y para mi hijo pequeño uno de los rincones más entretenidos de la casa.
Comparto tu entrada. Además de los que compro y los que me regalan, tengo la manía de sacar todos los meses de la biblioteca. Ahí me aguarda la asignatura PR N BEN vac de cierto amigo tuyo.
También coincido contigo en el cuidado que Paréntesis da a sus ediciones.
Interesante lo de ese santuario libresco, Alejandro. En el libro de Benítez hay muchos motivos de nostalgia para los que nacimos en los 60.
Un fuerte abrazo.
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