Decía Ignacio Ruiz Quintano que la Constitución de 1931 había consagrado a España como una maldición bíblica: una república de trabajadores. Trabajarás con el sudor de tu frente, dijo Yahve. Lo malo es que no precisó cuánto tiempo. Y eso es lo que más temer. Me venían estas reflexiones a cuenta de la huelga general del pasado miércoles. Tuve que hacer el trayecto a pie desde mi casa a mi trabajo, pues no había autobuses (ni contaba con ellos). Pero no estaba dispuesto a hacer el juego a esta huelga paripé entre sindicatos subvencionados y gobierno colega para salvarse mutuamente la cara. Se percibía que era el miedo a los piquetes lo que mantenía muchas barajas de comercios semicerradas. Comercios que necesitan estar abiertos para ganar dinero y no tener que cerrar en este tremendo otoño que se avecina. Los "pobrecitos" sindicatos no me dan pena, emplean la violencia y la coacción contra la libertad ajena, de trabajar o de no trabajar. Recuerdo la huelga general de 1988 en Sevilla, donde era estudiante de Filología Clásica. Vivía en Puerta Osario y quise ir a ver a unos compañeros que tenían alquilado un apartamento por Alameda de Hércules. En Alfalfa vi a un piquete que se inclinaba sobre una baraja medio echada y decía: "Pepe, como abras, verás". En Plaza del Duque era digno de ver lo del Corte Inglés. La plaza estaba rodeada de piquetes, y en las puertas de los grandes almacenes estaban los empleados mirándolos. Parecía como el saloon del Oeste donde se espera que salte la chispa para sacar los revólveres. Obviamente, nadie parecía dispuesto a entrar. Yo estoy afiliado a un sindicato, que no se ha sumado a la huelga, pues dice -creo que con razón- que estos sindicatos mayoritarios son parte del problema.
El ciudadano corriente se encuentra indefenso frente a estos poderes. Piensas que tendrás que trabajar más años, y ganar comparativamente cada vez menos, como bien recuerda Paco Gómez Escribano en su blog. Ves también que, al menos en mi gremio, vas perdiendo derechos laborales, unido a las nulas posibilidades de promoción (el cuerpo de catedráticos irritaba -e irrita- profundamente al neomaoísmo educativo, incruento pero insidioso), al mismo tiempo que se enroca la inoperante legislación educativa, apuntalada por puros prejuicios ideológicos entre otros, por los dos grandes sindicatos tan injustamente criticados.
Que un profesor aguante hasta los 67 o 70 en las tan malas condiciones de trabajo actuales me parece bastante difícil (afortunadamente, con todo, hay centros en los que se puede trabajar en mucho mejores condiciones que en otros). Ya hay signos de que la administración educativa se ha arrepentido de la reducción horaria de 2 horas a los mayores de 55 años, que se convertían en realidad en trabajo administrativo. Si se piensa fríamente, te quedarían entre 10 y 15 años de vida laboral. Otro motivo más para que la Administración te señale demagógicamente ante la sociedad con el dedo.
Comentaba recientemente Gregorio Luri en su blog que existen unos 750.000 jóvenes de los llamados NI NI, que ni estudian ni buscan trabajo, regurgitados y escupidos a la cruda realidad por nuestro sistema educativo. Es sobre nuestros hombros, los de aquellos que pudimos recibir una formación más coherente y completa, sobre los que pesará una muy prolongada vida laboral para sostener este sistema que ha creado un hiato vital, una generación pérdida poco "cotizante". Formaremos una gerontocracia sin poder, unos proletarios avejentados, víctimas ya de una futura Guerra del Cerdo laboral (lástima de argumento desaprovechado por Bioy Casares).
Feliz fin de semana, amigos.
2 comentarios:
El problema son las ideologías, José Miguel, que actúan como vendas para no dejar ver más allá del ombligo de tanto inútil. Como bien dices, esta huelga ha sido un paripé y me pasmo viendo en la tele la emoción y la pasión, unida en muchos casos a la violencia, de las bases sindicales en los piquetes y manifestaciones no autorizadas. Si pensaran con la cabeza y no con los pies, habrían ido atrabajar y no habrían hecho el juego a éste, el presidente más incompetente de las democracias europeas. Hay motivos para hacer huelga, claro, pero una más coherente y brutal. El motivo lo tengo claro. Yo no iría a trabajar hasta que no dimitiera el inquilino de la Moncloa y todas sus "ministras vedettes", aunque tuviera que pedir en el Metro. Vaya tela, y pensar que queda un año para las elecciones. Cuento los días. Gracias por la mención. Un abrazo.
La huelga no podía ser más que de un día. Así todos cumplían y quedaban contentos. Pura fachada. Estamos indefensos, manipulados, y para las próximas elecciones puedo temerme lo peor.
Un abrazo, Paco.
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