A veces uno siente la tarde de viernes como un espacio perdido, un tiempo desaprovechado. Terminas muy contento sobre las 3 de la tarde el trabajo, pero el cansancio te vence en la siesta, y te levantas sobre las 6, muchas veces desorientado. ¿Qué hacer? Es el vértigo de la libertad, que a tantos seres humanos disgusta. Casi sin darte cuenta son las 9 de la noche, y cae sobre ti el cansancio acumulado de una semana. Esa especie de "nuevo comienzo", como decía el protagonista de Apocalypto, se ve así frustrado. Lo mejor son las mañanas del sábado y el domingo, donde me dedico a lo que no hago durante la semana, y donde el tiempo parece darte un poco de tregua y se vuelve dulce la rutina (véase mi entrada MAÑANA DE DOMINGO). La tarde de domingo vuelve a ser un poco como la del viernes: aunque intentes apurarla al minuto, siempre subyace la melancolía del lunes recurrente. Ocurre, así, que nuestras rutinas se alían con la aceleración del tiempo vivido para crearte la sensación de que te están robando algo, de que estás haciendo el tonto no ocupándote de algo, de algo que no sabes muy bien qué es porque no encuentras tiempo para pensar en ello, y no te queda otra defensa que reticularte aún más ese tiempo, sobre todo si quieres leer libros todos los días... Aun así, la vida se escapa, supura por las rendijas de esta vida rutinaria, atada a un trabajo, a sus circunstancias, y a las servidumbres de nuestra condición de seres en espacio-tiempo... y quizás por eso sentimos la poesía como una mano abierta en el vacío...
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7 comentarios:
Qué cierto es eso del vértigo de la libertad. Muy buena entrada, José Miguel.
No tan buena como las tuyas, José Manuel. En la expresión creo que confluyen Fromm, Sartre y los liberales vieneses. Un fuerte abrazo.
Es verdad, José Miguel, yo, a veces también me siento así, aunque he de reconocer que no muchas, pues siempre tengo algo que hacer entre manos. Y es bien cierto que las rutinas, a pesar de las cadenas que nos imponen, a veces nos dan la sensatez y la coherencia que nos quitan la libertad y su vértigo con su encanto. Un saludo.
Estimado Sr. Dominguez:
Le devuelvo la visita. Con su permiso me he paseado por su blog y leído algo de él. Por eso le llamo de Vd. y por el apellido, algo que me encanta, si no le parece mal.
Esto del viernes me ha parecido una sensación tan similar a la que yo tengo a veces. Luego el domingo te llega y resulta que no has hecho lo que debieras tantas veces... ahora le leo la del domingo...
Le mando un saludo cordial. Espero seguir leyéndole.
Aurora
Se lo vuelvo a poner, no pasa nada, los misterios de las nuevas tecnologías son a veces más insondables que los de Dios nuestro Señor.
Le decía que le iba a llamar de Vd. que me encanta, la verdad.
Le decía también que coincido en esa sensación de viernes y en la melancolía del domingo... cuando no has hecho nada de lo que te habías propuesto. Quedaba a la espera de su entrada de domingo, la melancólica.
He leído también lo de la Caleta, muy interesante también, lo de violencia y literatura me ha gustado mucho y otras cosas de libros todavía más, da gusto ver que se anima a leer y que hay chicos que leen.
Pensé en ponerle un comentario al respecto, pero creo que es un entorno propio ese blog de quienes están en en el IES y quizás no pegue. Se lo digo aquí aunque sea largo, perdone Vd. la longitud y quizás la impertinencia.
Hay también una cierta tradición en la literatura no sólo de violencia contra las mujeres, también de cómo éstas han podido ver ésta y, a lo que voy o me interesa aquí, algo más antes que es lo que posibilita lo de después en algunos casos, no en todos, claro. Antes o durante de "mi marido me pega lo normal" hay más.
Hay un tejido muy fuerte y muy metido -en la copla, que es otra forma de literatura, pervive, nos puede hacer gracia, pero está ahí- sobre "no soy nada sin ti" que dura hasta el "sin ti no soy nada" de Amaral. La violencia no sería tan fácil a veces me parece a mí en un entorno donde las mujeres fueran de verdad más conscientes de su dignidad. Creo que con todo lo que se ha andado al respecto revistas juveniles (de las femininas ni hablo), televisión y demás no facilitan nada a las jóvenes de hoy, tampoco a las adultas a veces, una independencia por dentro real, sin orgullo ni ese tonto "si somos las mejores bueno y qué" que tanto puede hartar.
Por eso se entiende que mujeres hechas y derechas con recursos económicos y hasta independencia profesional se dejen pegar a veces, que vivan con ello, que no puedan dejar a un señor así.
A veces no es sólo el machismo, o son sólo algunos hombres, las cosas creo yo que son a veces un poquito más complejas y en el cuadro las chicas no quedan bien siempre: a veces son las propias mujeres las que con su debilidad y con su enganche a un señor hacen que este llegue a crecerse. Por supuesto esto no justifica nada, simplemente explica algo del contexto.
Sé que no es políticamente correcto decir esto pero lo pienso. Esto no obsta evidentemente para que la ley caiga siempre sobre quien tiene que caer, sobre el que pega, independientemente de que haya una mujer o una chica malamente enganchada a un chico o un hombre.
Simplemente creo que algo se nos escapa y que no está bien decirlo porque las mujeres pueden quedar mal y eso hoy en día es anatema.
Perdone por lo largo, no lo he podido evitar, hay algo que se escapa y nadie lo dice, me parece, al menos en público.
Misteriosamente (al menos para mí) volvió a aparecer su primera entrada al escribir Vd. su segunda. Muchas gracias por su sinceridad. Lo que Vd. describe tengo la oportunidad de vivirlo en el día a día de mi IES con algunas chicas. Cuando les animo a que estudien, a que se imaginen dentro de 10 años, y a que piensen que es ahora cuando están construyendo su futuro, y que no se dejen llevar por esa vía de lo fácil que desgraciadamente predomina en la enseñanza pública, algunas me responden que ellas vivirán con su marido, y que él las mantendrá. No parecen comprenderme si les digo que los maridos no están para eso, y que deben ser independientes. Es una mentalidad machista que se extiende como una mancha de aceite a pesar de las consignas 'progres'-que no son más que eso, consignas, al no ir unidas a una voluntad explícita de dar una sólida formación cultural a los alumnos-, que va unida al reduccionismo cultural y escasez de amplitud de miras vitales que ofrece la escuela actual. Muchas gracias de nuevo por sus palabras sobre el blog de mi IES. Algunos compañeros intentamos fomentar la lectura entre los alumnos, y subsanar así algunos destrozos, yendo más allá de la mera operación de maquillaje que parece pretender la Administració educativa con estos planes de lectura.
Qué bien expresada, Josemiguel esa sensación evanescente del tiempo. En otro lugar hablabas del acceso al no tiempo. Puede que esa nostalgia de eternidad sea la que nos haga “perder” el tiempo, desperdiciarlo casi intencionadamente. Cuántas veces me obstino mirando el segundero del reloj corriendo como consumiéndome la vida, el vértigo invade hasta casi el mismo pensamiento, pues este empieza a discurrir lento y una sensación de angustia me atenaza. Entonces no me interesa nada, ni los libros ni casi la vida.
¿Por qué esa alternancia de vitalidad y de impulso de muerte? ¿Será un anticipo de la vida del más allá lo que busco? No sé, pero se pasa mal. El otro día decía monseñor Munilla (dentro de poco obispo de San Sebastián) que la tristeza podría considerarse como otro pecado capital. Puede parecer morboso por cuanto encima de padecerla seriamos responsables de ella, pero si se considera detenidamente es cierto. Tenemos la obligación vital de procurar nuestro contentamiento de la misma forma que buscamos el alimento. Me acuerdo de la hermosa y terrible imagen de la que Chesterton echaba mano cuando hacía huir con rabia a los pájaros posados en la rama del árbol de un ahorcado.
Así que sí, llega el viernes y como veo todo el fin de semana por delante me muestro generoso con mi tiempo, o sea con la dulce sensación de que soy eterno. Y el domingo por la noche, que llega más rápido que un tren sin frenos, me encuentro como el idiota que ha guardado el agua en un colador.
Fernando
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