MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 29 de noviembre de 2009

REENCUENTROS




Esta mañana he visto en misa a una mujer que no veía hace mucho tiempo (debo confesar, amigos, que soy católico y sentimental, aunque no marqués). Estaba en el coro junto a su marido y a los que creo que puedo identificar como sus hijos. Me sentí de pronto trasladado a mi adolescencia. Cada vez que veía a esa chica sólo sé que me daba un vuelco el corazón; estaba enamorado de ella. Sin embargo, nunca me acerqué a ella, por dos razones: mi honda timidez de la época, y el hecho de que casi siempre la veía acompañada del que ahora es su marido. No ha cambiado mucho de como la recuerdo, con su largo cabello rubio y su expresión risueña. Se me encogió el corazón y me puse a pensar que si la hubiera conocido entonces, me podría haber ahorrado quizás muchos tumbos y sinsabores posteriores (las relaciones tormentosas dejan cicatrices que, al igual que las físicas, molestan a veces con el cambio de tiempo). Este pensamiento me pareció luego fútil: quizás yo no hubiera sido capaz de hacerla feliz (¿cómo iba a hacerlo, si era incapaz de realizarlo en mí mismo?). No hace mucho, relativamente, que he vuelto a la práctica religiosa, después de muchos "años de peregrinaje". Tal vez no merecía ni una guía ni un ejemplo como esa chica. A medida que transcurría la misa empecé a sentir junto con la tristeza una extraña sensación de alivio que todavía no me puedo explicar. Acaso estaba delante de una lección de humildad para mi fe, que algunas veces siento que abrazo más como una bandera que como una fuente de vida. Al final de la misa, el marido, que dirigía el pequeño coro, dijo el número de un salmo para cantar. Fui uno de los pocos que cogió el librito y cantó con ellos (esa es otra, la actitud de muchos fieles: debo hablar en otra entrada de la magnífica película El silencio antes de Bach, en una de cuyas escenas se ve a Bach en su escritorio con un texto donde se leía: "cantar es rezar dos veces"). Era lo que debía hacer, lo único que podía hacer, salvo desear estrechar la mano de ese hombre.

2 comentarios:

ferabt dijo...

Me pregunto de dónde sacas todas las fotos de las pelis de Tarkovski. No recuerdo el título de la de este fotograma, pero me resulta dulcísima la espera de la mujer sentada plácidamente sobre la precaria valla de madera. Siento la brisa de esta escena primaveral y suspiro por una vida campestre que me conformo con remedar con las cortas caminatas por los montes cercanos de Bilbao.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Es fácil, Fernando, de google imágenes. La película es "Espejo". Un fuerte y bucólico abrazo desde un húmedo Cádiz. Un feliz 2010 para ti y la familia.