Últimamente pienso que no me gustaría vivir para ver la Tercera Guerra Mundial, a la que sin duda no sobreviviría. A mediados de los años 60 del siglo XX, cuando nací, la Segunda Guerra Mundial no quedaba tan lejana en el tiempo, y muchos de los tebeos, películas, enciclopedias, y libros que leí en mi infancia y primera juventud versaban sobre esa gran conflagración. Luego, en los años 80 ciertas películas y canciones me hicieron tomar conciencia del peligro mortal para la Humanidad que representaría una guerra nuclear iniciada entre los dos bloques de poder entonces existentes.
Ahora, mientras buscamos cómo divertirnos, olvidándonos de una vida diaria cada vez más cara y siniestra, el parlamento europeo (ése donde el PP y el PSOE votan lo mismo al 87%) ha aprobado nuevas partidas millonarias para Ucrania y el uso de armas occidentales de largo alcance contra territorio ruso (ahora que los UEA están de campaña electoral). El presidente de la Duma rusa recordó entonces que uno de sus misiles podría alcanzar la sede en Estrasburgo de tal institución corrupta y oligárquica (eso lo digo yo) en unos tres minutos. Es evidente que se ha perdido el miedo a la disuasión nuclear y nos encontramos en una situación peor a la de la de los crisis de los misiles de Cuba, por culpa de una oligarquía a la que no le importaría tirarnos a todos por la borda, para proteger sus privilegios.
Esto tal vez no sería posible si dicha UE fuera una organización democrática, es decir, formada por verdaderos representantes elegidos por los electores. Todo lo contrario: el parlamento europeo, cuyos miembros son elegidos por el sistema partidocrático proporcional de listas de partido de obediencia debida al aparato de éste, no tienen realmente un poder legislativo -el de promulgar y aprobar leyes-, que presuntamente comparte con el Consejo Europeo (a cuyos miembros llegan casi sin variar una coma los proyectos elaborados por la cuarentena de Agencias que orbitan en torno al Leviatán UEropeista), ya que la verdadera iniciativa legislativa corresponde a la Comisión Europea, formada por políticos propuestos por los distintos gobiernos. (Así hemos visto recientemente a Teresa Ribera, tan antinuclear en España, proponer un plan de desarrollo nuclear en UEropa como nueva comisaria).
Tenemos, de tal suerte, una institución hiperburocratizada que arropa y promueve lo más podrido de las corruptas partidocracias del continente, y cuyo objetivo principal, aparte de la autopromoción, es el de servir a los intereses económico-belicistas de los EUA, de las grandes corporaciones transnacionales angloamericanas, y también al beneficio de terceros países, como Marruecos, y otros lobbies maletinescos. Todo eso, de forma evidente, en perjuicio de países comunitarios como el nuestro, España.
La lucha por una democracia representativa (elección de diputado uninominal de distrito sin listas de partido y separación de poderes) no puede ser cosa de un solo país, sino que implica la necesaria demolición de la actual estructura oligárquica de la UE, que nos carga de impuestos y regulaciones, pretende controlar nuestra vida y dinero mediante el futuro euro digital, eliminar la libertad de expresión acusando a la disidencia de "desinformacion" y creando delitos de opinión que llama "delitos de odio"; que nos atiborra de su ideología obligatoria, destruye nuestra agricultura, nos dice lo que tenemos que comer y cómo vivir en una deriva dictatorial que sin duda podría inspirar a un nuevo Orwell.
Nada de esto puede iniciarse sin habituarse de nuevo a decir 'no': No a la guerra, no a la corrupción, no a las imposiciones de los burócratas sociópatas UEropeistas, nueva cacocracia parasitaria, no al adoctrinamiento de los grandes medios de comunicación y de la escuela, no a los objetivos de desarrollo insostenible; no, en suma, a todas las mentiras que quieren convertirnos en esclavos, aún más agradecidos si cabe, del régimen que nos estrangula y nos empobrece, para pedirnos luego el voto con el que mantienen su modo de vida, mientras nos ofrecen, a cambio, una piadosa eutanasia, cuando no podamos llegar hasta la urna.