MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

domingo, 13 de octubre de 2019

PANTALLAS Y PSICODELIA




Verner Panton



Tras llevar más de una semana resistiendo al catarro, el jueves pasado sucumbí a lo que luego el médico me confirmó como gripe. La sensación de escalofrío que sufría en los cambios de clase, y las corrientes de aire en las aulas presagiaban el triste desenlace (por muy mal que entre en una clase, me vuelvo como uno de esos faquires a los que pinchan con toda clase de cosas y no sienten nada; estoy en mi papel, lo malo es al regresar al hogar, y sentirse agotado y enfermo, cuando no viejo presentido). No me gusta quedarme en casa: es como tiempo prestado, algo que yo no he elegido, como un préstamo preconcedido del tipo con el que te acosan los bancos. Así, que igual que al año pasado, aturdido y abrigado, me siento delante del televisor a ver alguna de esas series-río, que me es imposible seguir en otras circunstancias, pues le suelo dar preferencia a la lectura.

He descubierto de tal manera la serie británica Black Mirror, que gira en torno a los desastres existenciales que podrían provocar tecnologías avanzadas tipo implantes cerebrales, para el control de la mente, los recuerdos y el bloqueo de personas, como en las redes sociales, teniendo como lazo común las ennegrecidas pantallas de los móviles, cada vez más etéreos, y omnipresentes. No falta en ella tampoco la parábola política sobre los riesgos de las redes sociales (el peso de su multitudinaria opinión y su "democracia real") para el sistema parlamentario británico (del que no se deja, empero, de mostrar las contradicciones), y resultó gracioso que viendo la película televisiva Bandersnatch, asociada de algún modo a la serie, no me diera cuenta, hasta avanzada ésta, de que era interactiva, por lo que un amigo más joven, en el límite de las llamadas generaciones X y millennial se rió de mí, viejo baby boomer, cuando se lo conté por whatsapp (casi lo más extraordinario de la película me pareció que se recomendara al joven programador que escuchara para inspirarse el disco Phaedra de Tangerine Dream, ya señalado por artistas como John Foxx, como punto de partida de una nueva era de la música electrónica, pues contenía en él, según el artista británico, todo el desarrollo musical para 20 años).

Lamento ahora no haber conocido más de joven a esa generación del llamado cómic adulto español, que trabajó tanto para editoriales de Estados Unidos, como la famosa Warren: Esteban Maroto (por el que siento una especial debilidad, pues para mí encarna cierto estilo setentero, minucioso y volátil al mismo tiempo, espíritu de una piscodelia que promete más de lo que da, o de lo que, a la postre, uno puede alcanzar), José Ortiz, José González, Martín Salvador, Rafael Aura León, Luis Bermejo, Ramón Torrents, etc. El derrumbamiento y la quiebra del mercado del cómic adulto a mediados de los ochenta del siglo XX cierra las biografías de Wikipedia de la mayoría de los citados, incluso de algunos dibujantes más jóvenes como Rafael González Negrete, que a los 23 años, recién terminada su carrera de farmacia, que abandona, ganó el primer premio de la versión española de la revista Creepy en 1981 (ejemplar que adquirí en un mercadillo), y pudo desarrollar una carrera brillante pero corta. Sólo algunos de estos veteranos, como Luis Bermejo, que fue ayudante del multihistorietista Manuel Gago, continuaron su faceta artística en el terreno de la pintura al acuarela y al óleo, en el caso de Bermejo hasta su muerte reciente. Gloria a estos artistas sin adjetivos.

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