MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor JOSÉ MIGUEL DOMÍNGUEZ LEAL

domingo, 19 de enero de 2025

PERSONAJES DE MI NOVELA "CRÓNICAS DE ZIBELTERRA": ARIEL COBOLÍ


 

Jack Shadbolt (1941) [Spencer Alley blog]


Proceroso y de una edad indefinible, Ariel Cobolí, sentencioso nuncio de una infinita y doliente crueldad, es uno de los miembros más activos del Círculo de Agar Labasú. Aparece, así, desde el comienzo de la novela:

"Mano salió ufano del antro, y tras pasar por el ultramarinos a comprar un litro de cerveza, retomó el camino de casa. Al llegar a la esquina de su calle, que se abría sobre una plaza, sintió un escalofrío y se detuvo; un sentimiento de alarma le embargó, como si hubiera olvidado algo importante que traer. Giró su cabeza pequeña en proporción a su corpachón y embutida en la gorra negra, al sentir una especie de corriente fría en los pliegues carnosos de su nuca.

-¡Bueeenas!, ¿me permite una pregunta?

Quien así le hablaba era figura masculina alta y regordeta, aunque no tanto como la de Mano; se trataba de un hombre de unos 40 años, de formas anchas pero masivas, no fofas como las de Mano. Su cara era ancha, de grandes rasgos; sus ojos, pequeños y vivos, estaban bastante separados de una nariz regordeta y respingona, que hacía pensar en un cerdito, y una frente cuadrada y mediana quedaba rematada por un pelo castaño rojizo peinado en punta. La boca, en cambio, contrastaba por su finura de labios con las bastedad del conjunto del rostro."

Y su presencia en ella será constante. Sus encuentros con otros personajes de la obra tendrán a veces desdichadas consecuencias para éstos, como le ocurre al joven Juanma Cruz, que vive en el mismo bloque donde se encuentra el ático de Agar Labasú:

"-Al carajo todo el mundo -pensó, Juanma y se dirigió al salón. Antes de entrar, se detuvo, alarmado: le pareció que alguien carraspeaba dentro, y escuchó de seguido una voz extraña, pero familiar, que empezaba a recitar:


Pero ya el harapiento vagabundo,

el huésped no aceptado,

acariciaba el arco.

Tocó la flecha amarga,

hizo vibrar la cuerda poderosa

y un tiempo antiguo vino en oleadas

de hosca respiración hasta los hombres”.


Juanma sintió que se le secaba la boca, y como si el estómago se le bajara hasta los pies. ¿Qué coño estaba pasando?; se lanzó hacia delante, y penetró en el salón.

Había visto cosas feas en su joven vida, pero lo último que esperaba ver era sentado en su sofá al gordo ese raro que le subió la bolsa de basura la semana anterior [bolsa que Juanma había dejado aposta dentro del edificio]]. Estaba completamente desnudo. Juanma se paró en seco, mirando al tipo de hito en hito. Tenía uno de sus brazos gordezuelos apoyado a lo largo del espaldar del sofá, y su mano izquierda descansaba en la rodilla de la pierna cruzada sobre la derecha, mostrando los pliegues de un vientre seboso, tan lampiño como el resto de su mórbido cuerpo. En su cara redonda de nariz respingona aparecía una sonrisa rígida.

-Hola, Juanmi, mi niño, como no subías, me has obligado a bajar, así, rápido, sin vestirme -dijo, levantando su mano y describiendo un pequeño círculo sobre unos abultados genitales rosimorados-. Eres un chico malo. Por tu expresión puedo deducir que te estás preguntando cómo he entrado. Hay cosas que sabrás a su tiempo, pues hay asuntos más urgentes, como sacar a nuestro perro. Lleva ya mucho tiempo aguantando, y necesita hacer sus necesidades. Mira lo que está pasando ya, por tu retraso -el llamado Cobolí señaló el suelo del salón donde Juanma pudo ver varios mojones de gran tamaño-, ahora es preciso que subas a pasearlo.

Juanma sintió que la cólera le subía por la garganta, venciendo el asco y espanto que le producía esa aparición, y se abalanzó sobre el individuo, al tiempo que intentaba articular un insulto. No pudo, empero, escuchar su voz; algo informe le atenazaba el cuello, impidiéndole respirar. Cayó de rodillas asfixiándose, mientras observaba con los ojos desencajados a Cobolí, que lo miraba con los suyos entornados.

-Creo que esta mañana mi coinquilino del ático, donde vivimos por gracia de nuestro anfitrión y benefactor, el sr. Labasú, te cogió del pescuezo con su manaza. Un sentimental, ese Lorai. Como puedes ver, a mi no me gusta recurrir a esas vulgaridades. No te preocupes, no tendrás que verlo más si no quieres. He decidido tomarte bajo mi protección. ¿Te gusta la poesía, mi niño?, ¿has leído a Valente? ¿Cómo dices?, ¡ah!, claro, que no puedes hablar ni apenas respirar. Bueno, mejor ahora, ¿verdad? Eso es, intenta incorporarte poco a poco. ¿Cómo?, ¿lloras? Con Lorai no lloraste; no sé si sentirme halagado. Quiero sincerarme contigo, Juanmi, y decirte que me pareces un idiota, en el sentido lato y también en el etimológico del término, es decir, alguien sólo concernido por lo propio, y cuya única fuente de conocimiento, en consecuencia, es la experiencia. ¿No entiendes nada de lo que estoy diciendo, verdad? Se afirma que el dolor es algo que ennoblece incluso al más lerdo, y tu destino, si no se enmienda, es embrutecer tu vida y acabar, por ejemplo, como el gordo mezquino y envidioso del piso de abajo. Pero el dolor, como todo, tiene sus grados. ¿Has visto a alguien agonizar de dolor, Juanmi? Yo sí; son cosas que ocurren, por ejemplo, cuando se opera a alguien sin anestesia sólo por ver cuánto se aguanta. Sabes, hay humanos a los que no hay que sugerirles nada. Esta mañana Lorai te pegó, y sangraste un poco por la nariz, ¿cierto?; ¿conoces tu grupo sanguíneo? No, claro. Yo tengo el mío aquí, tatuado en el brazo -dijo, mostrando la cara interior de su brazo derecho-. Recuerdo de otros tiempos. Tal vez pienses que lo que te está pasando no es justo, pero la justicia con mayúsculas no existe, sólo la legal, y a ésa muchos escapan. He visto a personas infinitamente mejores que tú sufrir horrores que, sin duda, no merecían. Pero si los buenos recibieran lo que merecen, y los malos lo propio, las utopías estarían al fin localizables. Y tú no eres malo ni bueno, mi niño, tú eres idiota. Bueno, se acabó la perorata; ahora vas a recoger esos mojones del suelo con los kleeenex que tienes en esa silla. Bien. Quedan dos ahí; ¿Ya se ha acabado el papel? Pues te toca recogerlos con la mano. ¡Vaya!, ¿vomitas? No te azores por mí, no es la primera vez que veo mierda y vómitos juntos, sólo echo en falta la sangre. Ji, ji. A propósito, si dices algo de esto a tus amigos te aplastaré como… esa mierda que acabas de pisar, ¿es que no la habías visto?, ¡ja, ja, ja! Bien, listo, quedan algunos cercos de caca por allá, pero estás aprendiendo a ser una persona pulcra; poco a poco. Ahora, echas eso por el váter, te lavas las manos y subes al ático a recoger al perro. Esto puede ser el comienzo de una gran amistad, ¿tampoco me entiendes ahora, verdad? Eres un encanto. Harás algunas cosas por nosotros. Bueno, sube ya, y no te olvides la llave de casa.

-Por cierto, el perro se llama Cadijo."


domingo, 5 de enero de 2025

¿ES ESPAÑA UN ESTADO FALLIDO?

 



La desastrosa gestión pública y la falta de prevención de los estragos humanos y materiales producidos por la gota fría en Valencia en octubre de 2024 ha propiciado que en ciertos sectores de opinión se hable de España como "Estado fallido". Considero, muy al contrario, que lo ocurrido responde a la lógica implacable de nuestro Estado de Partidos o Monarquía partidocrática.

Si los planes hidrológicos, de prevención de inundaciones y de alerta temprana han estado totalmente descuidados (hasta el punto de que el Tribunal Superior de Justicia de la UE abrió un expediente a España), si el gobierno autonómico demostró su incompetencia, si el ministerio del Interior no actúo de inmediato a pesar de que se lo prescribía la ley de Protección Civil, si tampoco lo hizo el ejército de manera pronta y generalizada, si hubo zonas sin ayuda durante días (causa de la aparición del lema desesperado "Sólo el pueblo salva al pueblo"), si las alarmas saltaron demasiado tarde multiplicando las muertes, si el rey dijo a los enfurecidos vecinos de la localidad valenciana de Paiporta por su situación de abandono que no hicieran caso a la "intoxicación informativa" que buscaba el "caos" (aunque para ver caos no tenía más que echar una mirada a su alrededor; pero si no vio cosas como la corrupción de su regio padre y la de su familia, no es de extrañar esta otra muestra de ceguera), si el presidente del gobierno dijo a la región afectada que "si necesita más recursos, que los pida" (como gesto de gran Señor que, en su lejano castillo y olvidando las "diferencias", hace un favor al cacique regional de otro signo en apuros), si todo esto ha pasado, no es porque nos hallemos ante un Estado "fallido" o en descomposición: hay causas más profundas que atañen a la misma constitución de éste.

La inexistencia de una sociedad política que sirva de intermediario entre la sociedad civil y la política (las únicas reconocidas por Marx, según afirmaba Antonio García-Trevijano), formada por partidos salidos de la sociedad civil, conscientes y defensores de su función representativa de ésta, tiene como una de sus consecuencias que las organizaciones políticas de tal nombre estén instaladas en el Estado, encarnación jurídica de la Nación, como una casta parasitaria y explotadora de la sociedad civil. Sin separación de poderes y sin más afán de representar que sus propios intereses de grupo privilegiado, con la corrupción como carburante del sistema y el Consenso como expresión de la antidemocrática actual opinión unánime que ha sustituido a la opinión única del franquismo, esta oligarquía (a la sombra -mientras le convenga- de una monarquía cómplice y tan alejada de la sociedad civil como ella misma), a través de su Administración tributaria, "no contempla a los contribuyentes como ciudadanos, sino como súbditos". O mejor como a siervos de la gleba, a los que se esquilma sin darles los servicios y sostén que se podría esperar de semejante presión fiscal.

La indiferencia, pues, hacia este Tercer Estado dieciochesco en que nos estamos convirtiendo los que no pertenecemos a una red clientelar de la casta política, se hace evidente del modo más cruel en catástrofes humanas como la desarrollada en Valencia, que será, sin duda, aprovechada para su beneficio por este régimen, que se descarga, primero, de su responsabilidad, y seguirá justificando, luego, no tomar medidas preventivas por conflicto de intereses. Entre tanto, la inefable presidenta de la Comisión Euroatlantista, Ursula von der Leyen, atribuye lo sucedido en Valencia a la "dramática realidad del cambio climático", ayudando a los gobiernos a ocultar su negligencia criminal, a responsabilizar a las víctimas y a justificar... nuevos impuestos.