MEMORIA MÉTRICA

Miscelánea del escritor José Miguel Domínguez Leal

viernes, 23 de noviembre de 2012

EMILY DICKINSON ILUSTRADA


¿Cómo puede ilustrarse una poesía como la de Emily Dickinson? Puede pensarse que es muy difícil. En el caso, empero, de las ilustraciones de Kike de la Rubia para la selección de poemas de la poetisa norteamericana seleccionados por Juan Marqués, y traducidos por Enrique Goicolea para la Colección ilustrados de Nórdica Libros bajo el título "El viento comenzó a mecer la hierba", creo que se aproximan a lo feliz. Sus imágenes son paisajes vistos desde la ventana de la habitación de la autora, que acabó viviendo prácticamente recluida en la casa familiar, que se ve inundada por la luz reveladora del atardecer, o por el viento, visitante tímido que llama "como un hombre cansado" (poema 436), y que es reproducido con la leve cortina en movimiento, y un pájaro revoloteando en el techo, a modo de delicado haiku visual. Ese mundo interiorizado de Dickinson se vacía de presencias antropomórficas, y se almibara en esta luz:

I can look - can't I -
When the East is Red?
The Hills -have a way - then -
That puts the Heart - abroad -

Mundo reducido a unos elementos esenciales, a los que la poetisa ha comunicado -o aferrado- su propia esencia, en una plácida lucha contra el tiempo. Así, De la Rubia recrea el porche de la casa de la autora, donde está tumbado Marco, el perro de Emily, que mira impertérrito el amarillo y gris horizonte. También podía contemplar la poeta desde su casa el cementerio de su localidad, que utiliza De la Rubia para ilustrar su poema 347, sobre el terror nocturno que alivia, ya lejano, la luz del amanecer.
Bandadas de pájaros alborotan la amarillenta luz del atardecer; pájaros mensajeros de lo invisible, que tienen alas como la esperanza (poema 254):

"Hope" is the thing with feathers -
That perches in the soul -
And sings the tune without the words -
And never stops - at all -

pájaros dueños del secreto de la vida, y que saben por ello marcharse, al contrario que los humanos (we - are the Birds - that stay), criaturas que utiliza también De la Rubia para iluminar el poema de Dickinson sobre la persona silenciosa, del que la poetisa teme que sea una gran persona: frente a una bandada de parleras y gárrulas golondrinas suspendidas sobre un cable, se oculta una lechuza apenas visible en la roja fronda de un árbol vecino.
Las texturas acuareladas del ilustrador parecen diluir en color las palabras de la poeta, que se materializa en objetos bañados de luz como sus colecciones de cartas, o de flores disecadas, o el sofá que aparece frente a los transparentes libros de la estanteria de la habitación de la autora, que actúan como su espejo y refugio, sus Kinsmen of the Shelf (poema 604).
Un hermoso libro ilustrado, sin duda, de una preciosa selección de poemas en edición bilingüe, que permite apreciar los buenos oficios del traductor al reproducir con elegante concisión la sintética economía expresiva de Dickinson.

viernes, 16 de noviembre de 2012

CIUDAD DE PIEDRAS Y SANTOS (I)

En cada ciudad y sus rincones se condensa una memoria que a veces puede rozar al forastero en forma de olores o estremecimientos. En el caso de Ávila, estas sensaciones resultan un tanto opresivas en su belleza pétrea, que se aprecia mejor al anochecer si se pasea sin rumbo fijo por sus angostas calles, y se entra al azar en sus recoletas iglesias. La capital más alta de España parece, ciertamente, reacia a rendir sus secretos.







Se dice que el clima configura el carácter de las gentes; así, en el caso de Ávila se dice que sus habitantes son distantes y fríos; aunque, lo que más se aprecia es la franqueza y la falta de circunloquios propia de gentes del norte. Ciudad concentrada en sí misma, como si sus murallas medievales fueran las revueltas desatadas de un caracol, se defiende del paso del tiempo, aparejándose turistas que la alivien del alto desempleo, al tiempo que muestra su corazón escueto en sus plazas y en el entorno de su altiva catedral.








No se respira aquí ni el laberíntico misterio de Toledo, ni la reposada belleza señorial de la cercana Salamanca; en cambio, la pesadez granítica y el cielo severo invitan al recogimiento, a la resistencia, y tal vez, a la promesa del éxtasis.






lunes, 5 de noviembre de 2012

AGUSTÍN GARCÍA CALVO IN MEMORIAM


He estado este puente en Ávila, sin contacto alguno con internet, y tras regresar, me entero esta tarde de la muerte del maestro García Calvo el pasado día 1. La pérdida de referentes a determinada edad provoca un particular sentimiento de orfandad, unido a la conciencia paradójica de que uno también va envejeciendo. Él era para mí una especie de maestro en la distancia, alguien que ha sido un modelo para mi producción poética y filológica, frente al anquilosamiento y falta de imaginación y pasión profunda que he detectado en el mundo académico al uso. Un "maestro de la sospecha" también, que ha puesto en guardia contra los laberintos falsarios de la identidad, la servidumbre y la fe en el Futuro, y el nuevo Dios del Dinero, auténtica medida de todas las cosas, y de la Realidad construida a su imagen y semejanza. Agustín ha sido un árbol demasiado recio y fructuoso, y seguirá dando sombra a través de sus libros, y su voz ritmada. En 2001 le escribí una carta para interesarme por su salud, que parecía quebrantada, y para testimoniarle mi admiración. Su respuesta, ya en sí una obra de arte, la guardo como un tesoro de la memoria, y la recupero ahora -inevitable ironía de la vida- en la hora de su muerte. Larga memoria al maestro Agustín.